Incendios Forestales en México
Los incendios forestales son
sumamente variables, sin embargo, se han distinguido tres tipos que implican
diferentes grados de daño en los ecosistemas: los superficiales, donde el fuego
consume los combustibles que se encuentran sobre el suelo como hierbas, zacates,
leñas, hojarascas, sin quemar todo el cuerpo de los árboles; los subterráneos,
el fuego quema el mantillo y raíces bajo la superficie del suelo o la materia
orgánica acumulada en las fracturas de grandes afloramientos de roca –malpaís–;
y por último, los incendios de copa o corona, poco frecuentes en México, en los
cuales el fuego consume completamente a los árboles y se propaga tanto de copa
en copa como superficialmente. Cabe señalar que la presencia de este tipo de
incendio, peligroso y difícil de controlar, se incrementa bajo condiciones
extremas de sequía como las experimentadas en 1998.
La época seca comprende
principalmente los meses de marzo, abril, mayo y junio, dependiendo de la
situación geográfica de las diferentes regiones.
Los estudios coinciden en que en
los bosques de pino-encino, los incendios ocurrieron frecuentemente, de 5 a 8
años hasta aproximadamente 1950 y a partir de esta fecha la frecuencia con que
aparecen los incendios en la misma localidad es más amplia (12 – 15 años), lo
cual es un elemento que aporta para definir la degradación del régimen natural
de incendios. Otra característica en común es que la presencia de los incendios
estuvo relacionada con el patrón de clima El Niño, pero en la actualidad la
mayoría se debe a actividades humanas.
De 1980 a 1977 se presentaron en
promedio anual 6 800 incendios aproximadamente afectando a poco más de 220 mil
hectáreas.
En los primeros ocho meses de
1999 ya se rebasaron las cifras alcanzadas en años anteriores.
Los incendios forestales son
sumamente variables, sin embargo, se han distinguido tres tipos que implican
diferentes grados de daño en los ecosistemas: los superficiales, donde el fuego
consume los combustibles que se encuentran sobre el suelo como hierbas, zacates,
leñas, hojarascas, sin quemar todo el cuerpo de los árboles; los subterráneos,
el fuego quema el mantillo y raíces bajo la superficie del suelo o la materia
orgánica acumulada en las fracturas de grandes afloramientos de roca –malpaís–;
y por último, los incendios de copa o corona, poco frecuentes en México, en los
cuales el fuego consume completamente a los árboles y se propaga tanto de copa
en copa como superficialmente. Cabe señalar que la presencia de este tipo de
incendio, peligroso y difícil de controlar, se incrementa bajo condiciones
extremas de sequía como las experimentadas en 1998.
La época seca comprende
principalmente los meses de marzo, abril, mayo y junio, dependiendo de la
situación geográfica de las diferentes regiones.
Los estudios coinciden en que en
los bosques de pino-encino, los incendios ocurrieron frecuentemente, de 5 a 8
años hasta aproximadamente 1950 y a partir de esta fecha la frecuencia con que
aparecen los incendios en la misma localidad es más amplia (12 – 15 años), lo
cual es un elemento que aporta para definir la degradación del régimen natural
de incendios. Otra característica en común es que la presencia de los incendios
estuvo relacionada con el patrón de clima El Niño, pero en la actualidad la
mayoría se debe a actividades humanas.
De 1980 a 1977 se presentaron en
promedio anual 6 800 incendios aproximadamente afectando a poco más de 220 mil
hectáreas.
En los primeros ocho meses de
1999 ya se rebasaron las cifras alcanzadas en años anteriores.
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